No estamos ante ninguna utopía. Todo lo opuesto, la demanda en favor de las ciudades libres dista mucho de ser un delirio o una fantasía. Exigir gobiernos locales autónomos con respecto al estado puede sonar tan absurdo como radical, pero si advertimos qué es lo que realmente se busca con esa autonomía veremos que estamos ante una apuesta política más que elemental.
Así es, exigir que las autoridades procedan para exclusivo provecho de los ciudadanos, que protejan su integridad física y moral, sus personas y propiedades, que les garanticen sus derechos y brinden una paz acorde a esos mismos derechos no significa ninguna salida convulsionante. No en vano ello es lo que demanda el viejo ideal republicano que reza que todos somos iguales ante la ley.
Empero, ¿de dónde provendrá esa ley si es que en la ciudad todos se asumen iguales en derechos? ¿Puede haber alguien capaz de imponerla…
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