Sabemos, por infinitos ejemplos y experiencias, que los hombres poseídos del poder, antes que separarse de él harán cualquier cosa, incluso lo peor y lo más oscuro, para mantenerlo, y casi ningún hombre en la Tierra pudo dejarlo, siempre que le fuera posible llevar adelante todo a su propia manera […]. Esto parece seguro: “que el bien del mundo, o de su gente, no fue uno de sus motivos para continuar en el poder, o para renunciar a él.
Es propio de la naturaleza del poder estar siempre usurpando y convirtiendo a todo poder extraordinario, otorgado en momentos particulares, y para ocasiones particulares, en un poder ordinario, para usarlo en todo momento, y aun cuando no haya ocasión alguna, nunca se separa voluntariamente de cualquier conveniencia […].
¡Ay! El poder invade diariamente la libertad, con un éxito demasiado evidente, y casi desaparece el equilibrio entre ellos. La tiranía acaparó casi…
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