El miedo es, sin duda, el enemigo a batir.
Te lleva a creer que amas, por miedo a la soledad, o a creer que no amas, por miedo a la sociedad. Te empuja a que cumplas tus peores predicciones, a que irrumpas en los peores escenarios e inspira tus peores actos. El miedo a saber, o a no saber, nos lleva a tapar lo que percibimos, a negar esos momentos de lucidez disruptiva, a renegar de la intuición, a quedarnos con la explicación de todo el mundo, con la guía turística de la vida que te cuenta lo que hay que ver a grandes rasgos, pero no te deja saborear de los lugares y las gentes más puros, únicos, auténticos.
El miedo al dolor, a extrañar la mano, la mirada y la presencia, te susurra al oído “déjalo ir, no mires, no escuches, no sientas”. Palabras que en realidad significan…
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