Por Jorge A. Sanguinetty
Poco más de un centenar de académicos, intelectuales y artistas que se identifican como cubanoamericanos publicaron hace unos días una carta abierta en el New York Daily News declarando su oposición a la política del Gobierno de Estados Unidos hacia Cuba. En la carta, los firmantes manifiestan estar comprometidos con los siguientes objetivos: a) “la promoción de un debate razonado en la arena pública”, b) a “desafiar la influencia desproporcionada de un sector no representativo de la comunidad cubanoamericana que no está al tanto de la opinión pública de Estados Unidos” y c) a ayudar a “que se termine una política fallida que contradice todos los principios que deben regir la política exterior”.
En aras de ese debate razonado es que me permito discrepar de algunos de los puntos de la carta. En mi opinión, el error más importante de la carta radica en la afirmación de que “el embargo de EEUU inflinge penurias económicas al pueblo cubano, mientras le niega oportunidades a los granjeros y negocios americanos”. La afirmación ignora que los granjeros y trabajadores cubanos no tienen oportunidades de negocios porque el gobierno cubano las tiene prohibidas. En realidad es el gobierno cubano el que restringe la economía interna del país, aplicando una especie de segundo embargo que en la práctica es más restrictivo que el embargo de EEUU, pues no deja que ningún cubano pueda hacer transacciones con otros cubanos ni con otros países del mundo. Es el gobierno cubano y no el de EEUU el que impide a los granjeros cubanos operar con los grados de libertad que necesitan para producir a niveles muy superiores a los actuales. De hecho, fue Fidel Castro el que permitió una cierta libertad de mercados campesinos en los años ochenta y el que igualmente dio marcha atrás después cuando vio que el éxito económico y las libertades concomitantes del experimento podían debilitar su poder político en el país. Las restricciones económicas internas impuestas por el gobierno cubano y no el de EEUU han sido un instrumento de control sobre la población.
O sea, la economía cubana está sujeta no a uno sino a dos embargos y por esa simple razón, además de la falta de datos estadísticos, no es posible evaluar rigurosamente los daños que cada embargo le representa a la economía del país. Sin embargo, lo que sí puede afirmarse es que levantar el embargo de EEUU sin que el gobierno cubano levante sus restricciones a los productores cubanos en la isla haría que los beneficios se acumulen en el gobierno y no vayan necesariamente a la población.
¿Por qué este simple razonamiento se ignora una y otra vez por los proponentes del levantamiento unilateral del embargo de EEUU? ¿Por qué nunca se denuncia que los cubanos posiblemente sufren más por lo que es el embargo interno? ¿Por qué nunca se plantea el levantamiento de ambos embargos? Unas veces la respuesta está en la falta de comprensión sobre cómo opera la economía cubana. En otros casos la respuesta radica ena simple deshonestidad del proponente y su insistencia en defender lo indefendible aprovechándose de la ignorancia del prójimo.
La carta afirma que como quiera que se mida, la política americana hacia Cuba es un fracaso singular que ya dura casi medio siglo. Creo que aquí podemos estar de acuerdo si no profundizamos en el significado de la frase “el fracaso de la política americana”. El problema es que lo que podemos llamar una política hacia Cuba por parte de Estados Unidos no obedece a un plan estratégico con objetivos claramente definidos. Tal “política” ha sido un conjunto de medidas que se han ido apilando una sobre otra y que sí ha tenido resultados aunque no sean del agrado de muchos. A pesar de que el embargo no ha sido capaz de derrumbar al régimen, creo que es posible decir que ha sido lo suficientemente restrictivo como para limitarle al gobierno cubano los recursos dedicados a la represión interna y a las actividades subversivas en otros países.
Sin embargo, creo que las debilidades más serias de la carta no radican en sus elementos cognoscitivos como los apuntados arriba, sino más bien en sus asimetrías éticas. A pesar de que los firmantes muestran una gran preocupación por las libertades de los ciudadanos americanos impedidos de viajar a Cuba cuando lo deseen, no muestran una preocupación similar por las libertades de los cubanos que residen en la isla. Del mismo modo implican que la causa principal de las desdichas cubanas radica en Washington y no en los designios de la llamada revolución socialista. Incluso llegan a acusar al gobierno de EEUU de ser responsable por los abusos internos del gobierno cubano. Y van más allá cuando defendiendo el principio de la autodeterminación y soberanía ignoran que es la autodeterminación y la soberanía del dictador lo que defienden y no la de su amado pueblo.
Me quedo con la impresión de que muchos de los firmantes de la carta no conocen de cerca la realidad cubana y se forman opiniones basadas en información incompleta. Por eso yo creo que un debate, como el que plantea la carta, es necesario y pudiera ser muy útil.
Washington, D.C., 10 de mayo de 2006.